lunes, 28 de noviembre de 2011

Una historia desconocida de la Hermandad Sacramental de Las Siete Palabras – Parroquia de San Vicente Mártir


 
La verdadera “dueña” de la Capilla que actualmente preside el Santísimo Cristo de las Siete Palabras es el conjunto de Cuadros de la Virgen de los Remedios, que en ella se encuentra. Amador de los Ríos pudo ver completo este conjunto de cuadros que presidía la capilla antes de 1844.
 
El 2 de noviembre de 1868 la Hermandad de Las Siete Palabras, fue desposeída de su residencia canónica al cerrarse el Convento Casa Grande del Carmen por los invasores franceses, trasladándose a la Parroquia de San Vicente Mártir con las pocas imágenes y enseres que le dejaron. Se situaron en la Capilla del lado del Evangelio dedicada a la Virgen de los Remedios. El traslado, al ser definitivo, se instala en lugar preferencial, modificándose la colocación del conjunto pictórico.
  
Desmembrado posteriormente, no se ha conservado ningún resto de la estructura arquitectónica labrada por el escultor Jerónimo Hernández que enmarcaba las pinturas, aunque no ocurre lo mismo con las nueve tablas de Villegas, conservadas en el mismo lugar para el que fueron pintadas originalmente, la capilla de Francisco Griego, actual del Santísimo Cristo de Las Siete Palabras. Se fecha entre la producción tardía del pintor, en torno a 1590.

 
 Localizados los conciertos de talla y pintura, otorgados el  3 y 4 de Enero de 1569, la documentación permite identificar las tablas de Villegas con las concertadas por el pintor para el retablo tallado por J. Hdez. para el altar del armador, capitán de navío y mercader Fco Griego, contratado por los herederos de éste, su viuda e hijo Juana Rosa y Nicolás Quisamich.

La fecha señalada por López Martínez para la contratación del retablo (Septiembre de 1568) corresponde en realidad a la de un documento previo extendido por el provisor de Sevilla y dirigido a Fco Farfán, clérigo presbítero y Mayordomo de fábrica de San Vicente Mártir, informándole del propósito de Nicolás Q, de 18 años de edad, de fundar una capellanía perpetua en la iglesia, según la voluntad de su Padre. Muerto éste en Cádiz, en el testamento había expresado la voluntad de que su cuerpo fuera depositado por sus herederos, en el monasterio del Carmen o en la Parroquia de San Vicente. En cumplimiento de esta cláusula, Nicolás Q. había solicitado al provisor la concesión de la capilla bautismal de San Vicente Mártir, sugiriendo el traslado de la pila de bautismo a otro lugar “cabe la puerta mayor debaxo de la tribuna de los órganos que es lugar muy honesto y deçente”. Señalaba el provisor que la viuda prometía gastar en la capilla 1.000 ducados, “los quales no se pueden dexar de gastar… con que la dicha capilla quedará muy bien adornada”, además de dotar de renta a la fábrica y de donar 310 ducados para ayuda a la obra que la Parroquia tenía comenzada. Se ordenaba a Fco Farfán la concesión de la capellanía, recibiendo los 310 ducados para ayuda de fábrica a la iglesia. 
 
El 2 de Octubre de 1568, Nicolás Q. tomaba  posesión de la capilla “que solía ser del Bautismo”, situada entre la puerta de San Benito y la capilla de Juan de Porras. Tres meses más tarde de la toma de posesión de la capilla por Nicolás Q., los herederos de Fco Griego contrataban el retablo que debía presidir la capilla familiar con el escultor J. Hdez. y el pintor de imaginería Pedro de Villegas Marmolejo.

Los artistas se comprometían a cumplir las condiciones adjuntas a sus respectivos contratos, además de seguir la “traça que para el Retablo está fecha”, obligándose J. Hdez. a concluir su labor en Julio y Villegas en Octubre. La forma de pago es la usual, abonados los 160 y 220 ducados respectivos en tres libramientos, el último de ellos a cobrar una vez tasadas y aprobadas las obras por maestros oficiales. Según las cartas de finiquito otorgadas por J. Hdez. y Villegas así debió cumplirse aunque, también como era frecuente, los plazos estipulados en un principio para la conclusión del retablo se prolongaron. El finiquito con Pedro de Villegas lo firmaron Nicolás Q. y el pintor el 26 de Enero de 1570  (tres meses más tarde del plazo), mientras que el de J. Hdez, extrañamente, habría de esperar al 13 de Julio de ese año para llevarse a efecto (un año después de la fecha). Aparentemente, en ninguno de los dos casos el retraso fue motivo de descontento, puesto que con la última libranza ambos serían gratificados: J. Hdez. con 6.000 maravedíes por las demasías y Villegas con 15.600 “graçiosos por la buena obra que he fecho por que fue taçada y estimada en más cantidad que los dichos dozientos e veynte ducados”.

Según las condiciones para la obra de talla el retablo, de estructura plana, debía medir 20 palmos de alto por 15 de alto (proporción sesquitercia). Las condiciones por las cuales Pedro de Villegas se comprometía a realizar la obra de pintura y dorado del retablo se detienen sólo en puntualizaciones de carácter técnico sobre el dorado de la estructura de talla y la preparación de los tableros para pintar, dejándose el programa iconográfico de éstos al arbitrio posterior de Nicolás Q. Esta circunstancia, bastante habitual en los contratos de obra artística de la época, podría plantear en principio cierta dificultad para identificar las pinturas del retablo de Fco Griego con las hoy existentes en Las Siete Palabras, en particular si tenemos en cuenta que la única temática concreta que se especifica en los contratos hace referencia a la obligación de pintar unos retratos,  uno representa a San Jerónimo y el otro a las santas Justa y Rufina.

Debemos encontrarnos en este caso ante un cambio de parecer de los patronos del altar por cuanto el resto de las pruebas indican que la documentación corresponde a las pinturas de Villegas en San Vicente Mártir. Así, tanto el número de tablas, nueve, como el formato y  medidas de cada una de ellas se corresponden a las requeridas en el contrato. Pero aún más significativa resulta la presencia de ciertos detalles en el programa iconográfico de las tablas que han llegado hasta nosotros que confirman, si fuera necesario, su pertenencia al retablo contratado por Juana Rosa y Nicolás Q. en 1568, en particular la aparición en dos de las pinturas, la de los santos Juan Bautista y Nicolás de Bari. Aunque San Juan es una figura de culto conocida y recurrente en multitud de retablos de esta y de cualquier época, no sucede lo mismo con el segundo de ellos. Ambos justifican su presencia en su papel de patronos respectivos de los comitentes del altar, la viuda y el hijo mayor de Fco Griego. En otro nivel, igualmente apropiada resulta la presencia de San Nicolás, como patrono de las gentes del mar, en la capilla de una familia de marinos griegos. El resto de figuras de santos representados, deben responder a devociones particulares de la familia, o quizá a circunstancias puntuales contemporáneas a la pintura del retablo. Respecto a esto último, la aparición en los laterales de los tradicionales santos intercesores contra la peste, San Sebastián y San Roque, podrían estar relacionados de una u otra forma con la “peste de San Gil”, que azotara la ciudad en 1568, como esperanza para evitar el regreso de la enfermedad. 
 

 Igualmente pertinente para la familia sería la tabla central con la representación de la Virgen de los Remedios. La pintura de Villegas no responde al tipo iconográfico –una madonna lactans– de la pintura del siglo XV de igual advocación conservada en el trascoro de la Catedral hispalense, pero en la Sevilla del siglo XVI la Virgen de los Remedios era por definición la venerada en el desaparecido Convento de su nombre en  Triana, objeto de especial devoción marinera, que daría nombre a los astilleros más importantes y posteriormente a todo un barrio. Desaparecida esta imagen, no es posible verificar la correspondencia iconográfica del tipo de la Virgen de los Remedios firmada por Villegas con el de su posible modelo, pero una vez más la vinculación marinera de su culto la convertía en una advocación plena de significado para los familiares de Fco Griego.

A partir de estas evidencias no es posible dudar en la identificación de las tablas de Las Siete Palabras con las que una vez formaron parte del desaparecido retablo de Fco Griego y fijar la ejecución del conjunto a lo largo de 1569, veinte años antes de la fecha tradicional y aceptada por la historiografía.

Por citar dos ejemplos fechables con cierta seguridad, y aunque existen variantes estilísticas entre ambos conjuntos, las tablas de Las Siete Palabras se encuentran más próximas a las que forman parte del ya citado retablo de la Visitación (c. 1566) de la Catedral de Sevilla que a la Sagrada Familia y San Juan pintada por el artista para su enterramiento en San Lorenzo (c. 1591),

Años posteriores, parece ser que la colocación individual de los cuadros fue modificándose dentro de la Parroquia de San Vicente Mártir y salas de la Hermandad de Las Siete Palabras, haciéndose unos marcos individuales de madera dorada.
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Tras más de un siglo con las pinturas repartidas por la Parroquia, con la restauración entre los años de 1.994- 2.001, y que tantos puntos negros ha tenido para San Vicente Mártir y para la Hermandad de Las Siete Palabras, pudimos recuperar en su esencia este conjunto pictórico.

Espero que futuras Juntas de Gobierno, ya que a esta le queda menos de un mes, abarque este trabajo, que realce aún más los magníficos cuadros y nuestra Capilla.


Un saludo, de un Rabanito.

Autor del texto: Carlos M. Romo Salado
Fotografías: Práxedes Sánchez M. e IAPH




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